9. Cataclismo

Gran trastorno en el orden social o político.

(RAE, 2021)

Título de la fotografía: Ironía

Con el sonido del caracol se anunció lo inevitable. Poktli ya nos lo había advertido, simplemente fuimos demasiado ingenuos para creer que podríamos manejarlo.

La gente comenzaba a correr despavorida. Familias enteras se internaban en la selva, intentaban ganar un poco de ventaja.

Los cuatro generales observamos la situación desde lo más alto del templo. Notamos sus miradas de terror, escuchamos sus gritos desesperados.

En poco tiempo la ciudad quedó en completo silencio. Los guardianes de la jungla también habían sentido el peligro inminente, ni uno sólo se había atrevido a cruzar la frontera que los separaba de la ciudad.

Con cada paso que dábamos para descender, los soldados a nuestros pies celebraban como si con nuestra sola presencia ya hubiéramos ganado la guerra, y debo admitir, que eso me hizo entrar en confianza. Un hecho mundano, pero fatal.

Los rayos del sol calentaban mi cuerpo al mismo tiempo que mi espíritu. Confiaba plenamente en los dioses. Ellos nos brindarían la fuerza necesaria para proteger a sus siervos, el pueblo nacido del maíz.

Las miradas infernales del enemigo amenazaban y condenaban nuestra mera existencia. Sus brillantes armaduras reflejaban los rayos del sol. Sus corpulentos cuerpos desprendían un olor repulsivo, muy similar al hedor de la muerte misma.

Con una orden en su extraña lengua alzaron esas armas que escupían metal y contaminaban el cuerpo hasta el ultimo aliento.

No entendí ni una de sus palabras, pero el fuego en sus miradas gritaba más que mil palabras. Estaban ensimismados en obtener un tesoro que no poseíamos y que no podríamos conseguir.

Las palabras sobraron en cuanto escuchamos la primera explosión, con ella, la primera sangre fue reclamada. Olotl yacía en el suelo. El líquido sagrado rodeó su cuerpo en segundos mientras, con dolor, mi gente y yo veíamos cómo la luz desaparecía de sus ojos.

Ningún entrenamiento, ni oración, ni brujería me preparó para el cataclismo que se desencadenó aquel fatídico día.

Vi a mis amigos caer uno a uno, a mi gente ser perseguida y esclavizada, ríos de sangre correr por la selva, el fin de una era, el aniquilamiento de una raza.

Yo vi cómo un glorioso imperio era reducido a cenizas y no hice nada al respecto.

Antes de caer en el campo de batalla, alcé la mirada al cielo y me atreví a cuestionar a los dioses. Quería respuestas. Creí que, después de todo mi esfuerzo, había sido merecedor de estas.

Escuché en silencio, esperé pacientemente mientras sentía las lágrimas aglomerarse en mis ojos.

Todo quedó en completo silencio. Una vez más, no había obtuve respuésta.

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